LA REVOLUCIÓN BLANDA...
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LA REVOLUCIÓN BLANDA...
No es un secreto que de unos años a esta parte el jigging ha sufrido en nuestro país una profunda transformación. De la absoluta hegemonía de los jigs de metal y el trabajo radical se ha ido pasando, lenta pero inexorablemente, a la generalización de señuelos parcial o completamente blandos acompañados de modos de pesca más sutiles. La brecha abierta por los fenómenos inchiku o kabura no ha parado de crecer, y en esta coyuntura los vinilos, hasta hace no mucho señuelos marginales, han conseguido posicionarse como una alternativa eficaz y económica al jigging más “duro”.
Al contrario de lo que inicialmente se pueda pensar, el uso de vinilos en nuestro jigging no es nada novedoso. Desde hace ya muchos años los aguerridos pescadores del Estrecho se han prodigado en la pesca de grandes serránidos con descomunales shads, aunque su actividad nunca ha tenido a nivel nacional una repercusión que fuera más allá de lo curioso o anecdótico.
Con la paulatina reticencia de los peces a los tradicionales jigs de metal, y sobre todo gracias a la sonora irrupción en el juego vertical de los universos kabura e inchiku, los pescadores nacionales pronto mostraron una actitud más abierta hacia los señuelos blandos y las técnicas de pesca que trasladaban la exigencia de los equipos al pescador. Mientras en la zona mediterránea los inchikus parecían acaparar casi todo el interés, los pescadores cantábricos, especialistas en peces demersales, muy localizados y poco proclives a la velocidad, se decantaron progresivamente por los vinilos. El éxito fue tal que hoy por hoy se podría decir que son los señuelos de referencia en el jigging del norte.
Precisamente de la mano de estos pescadores cantábricos llegaron a nuestro “ajuar” los primeros swimbaits blandos, los cuales hemos usado con fruición durante la última temporada en aguas grancanarias. Los resultados han sido sorprendentemente buenos, aunque el verdadero valor de la experiencia ha residido en todo el proceso de aprendizaje que ha seguido a aquella primera bajada de un vinilo sobre nuestras piedras.
SHAD: EL VINILO PARA EL JIGGING. Aquellos que ya estén familiarizados con los vinilos, tanto en la pesca de agua dulce como salada, sabrán que esta categoría da cabida a una amplia tipología de señuelos. Grubs, worms, shads... la lista es amplia y nuestro espacio escaso, por lo que nos ocuparemos aquí de estos últimos, actualmente los más recurrentes y eficaces en lo que a jigging se refiere.
Un shad (también conocido por pikie en la pesca de agua dulce) es básicamente un vinilo con forma de pez, aunque el rasgo distintivo que lo individualiza frente a otros vinilos es su cola. Esta es plana y se sitúa perpendicularmente a la línea imaginaria sobre la que nada el engaño, lo cual aporta una dosis de realismo simplemente insuperable. Este concepto tan minimalista da poco pie a la innovación, por lo que los diseños son a menudo clásicos y las variaciones no van más allá de las proporciones (más o menos largos, más o menos anchos…) y el grado de realismo de los acabados.
Las razones por las que los shads resultan los vinilos idóneos para la pesca vertical son simples: la primera y más evidente es precisamente la morfología realista de estos señuelos, que representan a la perfección a un pez pasto. Por otro lado, su acción es seguramente la que menos se resiente por la incorporación de grandes cabezas plomadas, algo que resulta crucial cuando se trata de hacerlos trabajar adecuadamente a profundidades importantes. Asimismo, el hecho de que normalmente vayan dotados de un único y gran anzuelo en mitad del cuerpo los acerca también mucho a la filosofía del jigging tradicional y sus assist hooks.
Actualmente el mercado nos ofrece una ingente oferta de shads de diferentes materiales (vinilo, PVC, plastisol...), tamaños y libreas, por lo que conviene tener claro nuestro escenario pesquero para hacer la elección correcta. En general, el estándar parece aproximarse a señuelos más bien duros, que generan movimientos más nerviosos y amplios zigzags, y tamaños que se sitúan entre los 12 y los 18 centímetros. Las libreas y colores están sometidos a la misma subjetividad que el cromatismo en los jigs convencionales, aunque los vinilos acostumbran a ofrecer mayor variedad de colores e incluso aromatizaciones del material con esencias varias. Como quiera que sea, hasta ahora esto último no nos ha parecido un factor decisivo.
Sí resulta crucial, por otro lado, escoger la cabeza plomada (jighead, en inglés) adecuada, particularmente en lo referente a peso, tamaño y forma. Sería demasiado farragoso entrar aquí en una pormenorización de todas las cabezas disponibles, por lo que nos limitaremos a describir las más usadas habitualmente, a saber: darter y minnow head. Las primeras presentan la clásica forma cóncava que hace las veces de babero, por lo que se agarran muy bien al agua y generan amplios y marcados zigzags. Resultan ideales en contextos de fuertes corrientes, en los que se hace necesario sentir mayor presión del señuelo sobre el blank para no perder sensibilidad. Las minnow head, por su parte, son cabezas más realistas que presentan diversas formas, algunas angulosas y piramidales, otras más romas y de formas más naturales. En general estas cabezas permiten mover el señuelo con mayor facilidad, por lo que el rango de movimientos posibles es mayor. Aquellas de formas más afiladas o fusiformes son además excelentes profundizadoras.
Las cabezas pueden presentarse además integradas con el anzuelo o articuladas con el mismo. Nosotros preferimos las segundas, porque nos permiten elegir libremente el anzuelo y adaptarlo al tamaño del vinilo en cuestión, aparte de por el hecho de que a menudo las cabezas con anzuelo fijo montan anzuelos de calidad sospechosa. El único punto flaco de las cabezas articuladas reside en el enganche de las mismas con el ojal del anzuelo, por lo que habrá que ser exigentes con la calidad.
Por último, es importante también señalar que vinilo, anzuelo y cabeza deben estar debidamente compensados, pues de no ser así la natación del señuelo podría verse seriamente afectada. Como referencia diremos que para shads de 16-18 centímetros, nosotros empleamos cabezas de alrededor de 150 gramos y anzuelos de tamaño 9/0 (pata larga), vigilando siempre que estos sobresalgan sobre la mitad/primer tercio del vinilo, sin comprometer la libertad de movimientos de la cola.
EQUIPOS Y ACCIONES. El jigging con vinilos, al menos si queremos practicarlo con equipos específicos, exige un material más próximo al spinning que al jigging propiamente dicho. Ello se deriva del hecho de que la posición natural de jerking con estos señuelos es la de caña en alto y mucha muñeca, por lo que nos decantaremos por varas largas (normalmente de 1,85 a 2,30 metros), ligeras y con acción rápida o ultrarrápida. Este tipo de acción nos permitirá imprimir al señuelo un grado alto de acción con leves toques de muñeca, algo irrenunciable en la pesca con vinilo.
Precisamente este modo de trabajo, unido a la importancia de la sensibilidad en la modalidad, hacen que esta se circunscriba al dominio medio/light, pues no resulta muy factible manejar equipos pesados y cabezas de más de 200 gramos sin una ostensible carga física. Reducir los diámetros de línea nos permitirá alcanzar con eficacia profundidades apreciables (90/100 metros) a pesar de la escasa capacidad profundizadora del vinilo, con lo que varas de rangos médium (80-200 gr) serán más que suficientes para accionar con garantías un amplio elenco de shads y plantar cara a nuestros potenciales adversarios.
Los carretes, por su parte, deberán simplemente adaptarse en tamaño y peso a las características de la caña, y a menudo se sitúan en versiones de 4000 a 8000 (estándar Shimano). Un carrete demasiado ligero desviará el centro de gravedad de nuestra muñeca y hará más duro el jerking, mientras que un carrete muy pesado simplemente agotará prematuramente nuestra articulación. En cuanto a su arquitectura, tanto los carretes de bobina fija como bobina giratoria resultan válidos para la modalidad, siempre y cuando no tengan ratios extremadamente rápidas que multipliquen la fatiga durante los accionamientos más lentos.
Precisamente esta lentitud es la característica principal del trabajo con vinilos, aunque dependiendo del tipo de cabeza que usemos las posibilidades se amplían enormemente. Si en general una recogida errática resulta muy efectiva con todo tipo de señuelos, esta parece ser la que mejor se adapta a las características de los shads, que se revelan extremadamente eficaces cuando los manejamos sin un patrón constante o definido. Aumentar o reducir la longitud de nuestros tirones, variando la frecuencia de los mismos y la velocidad de recogida, hará que el señuelo dibuje “órbitas” ascendentes y descendentes que sacarán el máximo partido de sus posibilidades, aun cuando los shads son engaños que por sí mismos (su cola marca la diferencia) resultan ya muy atractivos.
LOS PECES: EN LA VARIEDAD ESTÁ EL GUSTO. La pesca con vinilos, al igual que otras técnicas como el kabura o el inchiku, se caracteriza por el amplísimo elenco de depredadores susceptibles de ser capturados. Desde luego que los “clientes” principales de nuestros shads serán peces marcadamente territoriales y bentónicos como meros o abadejos, aunque ante la escasez de estos descubriremos que animales de naturaleza más pastadora, como samas o dentones, pueden convertirse en capturas habituales.
En general cualquier pez acechador y no excesivamente rápido será presa fácil de la seductora acción “slow motion” de un vinilo bien trabajado, lo cual es fácilmente verificable por las abundantes capturas de abadejos, lubinas o sanmartiños (pez de San Pedro), que por esta vía se producen en aguas cantábricas.
Naturalmente, y siempre que montemos las cabezas adecuadas, nuestros shads podrán además lanzarse raudos a las aguas más distantes del fondo, donde accionados a ritmos más vivos podrán sorprendernos con algún trofeo en forma de pelágico de temporada u ocasional.
En definitiva, estamos ante una verdadera revolución que viene a sumarse a la ya gran familia de la pesca vertical y que, en otros países como Francia, incluso ha conseguido desplazar a miembros tan insignes como los metal jigs de toda la vida. Económicos, divertidos y altamente eficaces, es seguro que aquí en España los vinilos han venido también para quedarse, si bien en ciertos spots convendría moderar su uso por su excesiva fragilidad ante peces dentados.
Como quiera que sea, se trata de una modalidad con mucho recorrido, y cuyo potencial está aún por explotar en gran parte de nuestras aguas. Si como pescador y lector aún no la has probado, te animamos a descubrir la magia de estos ingenios gomosos, pues no son pocos los jiggers que tras conocer el vinilo no han querido volver al metal.
Texto: Ángel Hernández
trofeo pesca.
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